En septiembre de 2013 tu, Carlitos (como te gustaba llamar a mi hijo) y yo
dimos un agradable paseo hasta el Trabuquete. Él se lo pasó genial tirándose a
las frías aguas que bajan de la sierra formando la Garganta de Jaranda.
Quedamos en repetir, pero la próxima vez llegaríamos a Pimesaillo, antiguo
poblado que habitaban los cabreros de la zona, o al Refugio de las Nieves. Cada
vez que nos veíamos me lo recordabas y yo te daba largas: “no te preocupes que
hay muchos días por delante”. Sin embargo esta puta vida se ha encargado de
quitarme la razón y te has marchado precipitadamente.
Te conocí allá por la primavera de
1988 cuando, después de aprobar las oposiciones a Secretaría-Intervención
coincidimos en el curso selectivo de Mérida.
Enseguida conectamos. Yo era un pelele de 22 años y tú ya un hombre curtido
en mil batallas, casado y empleado de la Junta de Extremadura. Era fácil ser tu
amigo, porque tenías un corazón como una catedral, lo dabas todo por los demás y
a mí me enseñaste mucho de la vida, en muchas cuestiones fuiste como un hermano
para mí.
Durante estos 27 años se fue labrando una gran amistad, compartimos muchos
momentos en la vida privada, pero sobre todo en cursos de formación y en asambleas
de COSITAL a las que íbamos juntos. Desde Zaragoza a Valencia, pasando por
Córdoba, Salamanca o el Puerto de Santa María. Madre mía cuantos recuerdos, se
me nubla la vista, llevo así todo el día, no acabo de aceptarlo!!!
Pero sobre todo eras un tío hecho a sí mismo, un tremendo luchador que
desde la comodidad de un puesto fijo decidió arriesgar y presentarse a unas
oposiciones muy complicadas para alguien lego en derecho. Y las superaste,
hicimos el curso selectivo y cambiaste la comodidad de la Junta por esta
profesión de equilibrista sin red como es la de funcionario de habilitación
nacional, en nuestro caso, Secretario-Interventor. Pero no te conformaste con
ello, sino que posteriormente te matriculaste en Derecho y conseguiste la
licenciatura, cosa que siempre hay que valorar en su justa medida, puesto que
entraña mucha dificultad al compaginar estudios y trabajo, junto a la familia.
Tampoco te falló el pulso cuando tuviste que cambiar de aires y dar un cambio
total a tu vida y asentarte en la comarca de la Vera y concretamente en el
pueblo más bonito de Extremadura, Guijo de Santa Bárbara. Allí conociste a
Mercedes, que compartió hijos y nietos y que ha estado siempre a tu lado en los
momentos de felicidad y en estos últimos 5 años de sufrimiento.
También nos unían tus antepasados, que descendían de mi pueblo, Alcuéscar.
El insigne Doctor Huertas, por la calle que lleva su nombre he jugueteado toda
mi infancia, era tu abuelo. Cuando recrearon una obra de teatro sobre su vida
hablamos con el alcalde y te invitó a decir unas palabras. Recibiste una gran
ovación. Ya se te veía la madera de líder, que ya ejercías como alcalde de
Guijo.
Nuestra amistad tenía, si cabe, más valor por el hecho de que teníamos
visiones diferentes de la política, aunque yo creo que nos unía ese espíritu
inconformista y rebelde que nos llevaba siempre a querer mejorar las cosas, sin
casarnos con nadie.
Ya solo me queda despedirme de ti, me aflige la idea de no haber podido
acompañarte estos últimos días. Tu último whastapp fue el día 18 de junio,
apenas hace 13 días y me dijiste: “BIEN. UN ABRAZO…” No me preguntes porqué
pero esa respuesta tan parca me sonó mal, muy mal, no era tu manera de
escribir. Y esos puntos suspensivos que descubro ahora al releer tus mensajes
quizás querían decir algo que no descifré en su momento. Por otra parte prefiero
no haberte visto en los últimos momentos, no sé si podría borrar eso de mi
mente, prefiero recordarte bañándonos en calzoncillos en el Trabuquete mientras
Carlitos se tiraba al agua una y mil veces.
Y no te preocupes por la promesa incumplida, Carlitos y yo subiremos a
Pimesaillo en tu honor. HASTA SIEMPRE HERMANO! VENGAENSEGUÍA!!!
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