Uno no suele nacer siendo
alérgico, en la mayoría de los casos. En el mío, concretamente, la explosión
primaveral surgió coincidiendo con la revoltosa etapa puberteril. Corrían
aquellos maravillosos años 80, estaba en 2º de BUP, disfrutaba del recreo de un
magnífico día de primavera en el prado de lo que era EL RODEO, cuando empecé a
estornudar de forma compulsiva. Uno de los presentes, a la postre eminente
doctor en tierras gallegas, ya me advirtió de que aquella forma tan brusca y
continuada de expeler no era debida a ningún virus de la época, sino a la
reacción de mi organismo frente a las concentraciones de polen típicas de esa florida
estación.
Evidentemente con 15 años y
con unos síntomas leves no hice mucho caso al amigo Trini. Fue, sin embargo,
cuando tuve que hacer frente a la llamada a filas, cuando argumenté ser inútil
para realizar el servicio militar debido a lo malito que me ponía con dichos alérgenos
primaverales. Para que ese pretexto tuviera visos de credibilidad, tuve que ir antes
a un especialista, que tras hacerme las pertinentes y famosas pruebas, mediante
las que te dejan el brazo hecho unos zorros si das positivo a gramíneas, olivo
y mariscos (síiiii MARISCOS, vaya putada!), me obligó a ponerme una vacuna semanal
durante 5 años, si mal no recuerdo.
Curiosa fue la situación
cuando, en una visita al hospital Gómez Ulla de Madrid, donde te hacían una
completa exploración para determinar si era o no apto para enrolarme, el médico
militar, ante mi exagerada explicación sobre los efectos de las alergias que
padecía, me respondió, de forma cortante, manifestando que no me preocupara,
puesto que en la mili iba a tener poco contacto con los mariscos, jajaja.
Finalmente me libré de
realizar la p mili y continúo sufriendo los efectos del marisco (que sólo
pruebo por accidente y mis papilas lo rechazan inmediatamente) y, sobre todo,
como ahora, del polen de ciertas plantas y árboles. En mi caso, al no ser
demasiada la virulencia con la que me ataca la alergia, suelo resolverlo con
una pastillita (qué diminutas son las cabronas!) diaria de alguna de las
múltiples y famosas marcas existentes en el mercado.
Sin embargo, sí que se me
plantea un auténtico problema a la hora de realizar cualquier tipo de actividad
deportiva al aire libre, lo que trae como consecuencia que, en esta época,
tenga que recluirme en el gym, con lo poco que me gusta a mí eso de los
espacios cerrados cuando fuera se está disfrutando de un maravilloso y soleado
día de abril.
Ahh, se me olvidaba, hace
unos pocos años sí que me atacan los alérgenos de forma brutal. Es en verano,
curiosamente, y en el pueblo de mi suegro, donde en esa época abundan las zonas
de praderas de regadío, eso supongo es lo que me produce tales efectos que,
desde hace un tiempo no puedo estar en casa de mi suegra más de dos días
seguidos. Las noches que paso son horribles, fosas nasales taponadas, ojos más
que irritados y la pobre de mi cuñada, que es alergóloga, suministrándome todo
tipo de pastillas, colirios e inhaladores habidos y por haber, pero nada, al
tercer día tengo que cambiar de aires porque ya no puedo aguantar más esas
agotadoras consecuencias de los pólenes placentinos, o de vaya usted a saber
qué otra cosa puede ser el origen de mis males ancá Marisol.
Esa es mi situación en
temporada de polen o en verano o cuando se me acerca un crustáceo con bigotes
coloraos, pero desde que sé que un tercio de la humanidad es alérgico parece
que me encuentro mucho mejor. Mal de muchos…
Por cierto, quedan 3 días
para saber si volvemos a las urnas el 26J. Cuidado, que hasta el rabo todo es
toro!.