La última escapada que he hecho con la peña “BERLÍN
A TOPE” ha tenido como destino la
maravillosa comarca cacereña de Las Hurdes. Comarca que si volviera a visitar
Alfonso XIII no reconocería ni en el mejor de sus sueños. Superado, gracias a
Juan Carlos, un primer contratiempo que tuvimos con las cabañas reservadas en
el camping de Riomalo, hemos pasado unos divertidos y enriquecedores días. Y es
que viajando se aprende, ya lo dice un
amiguete mío, muy puesto en eso de la historia y la cultura, al cual yo le
contesto que “está mu viajao”. Por ejemplo, yo no sabía qué eran las HOJUELAS
y, por ende, de donde venía la conocida expresión “miel sobre hojuelas”, ni
siquiera sabía que se escribía con H. Pues bien, si tienes la ocasión de
desayunar en el restaurante Riomalo, en la localidad de Riomalo de Abajo, te
recomiendo que pidas, en el restaurante Riomalo (valgan las redundancias) un
desayuno completo. Y tendrás la perfecta ocasión de conocer lo que son las
hojuelas, dulce típico de la zona que se hace con huevo, harina y azúcar y se
toma caliente. Una delicia! Y si además, van acompañadas de unas tostadas
regalas con aceite denominación de origen Gata-Hurdes, de los bizochos caseros
de Isabel y de unas migas aderezadas con bacon y huevos fritos, pues te obligas
a tener que dar un paseo hasta el meandro del Melero para que te bajen un pelín
las calorías ingeridas.
Y después a continuar la ruta: nosotros hicimos dos,
que recomiendo y califico como obligatorias en esta zona. La primera fue por la
comarca de las Batuecas, adentrándonos ya en suelo salmantino. Y aunque la
localidad más conocida es la
Alberca , yo aconsejo dedicar el tiempo necesario también a
otros pueblos más pequeños, con menos renombre, pero tan bonitos como aquel, o
más. Me refiero a Miranda de Castañar y Mogarraz. Y la segunda fue la subida al
Chorro de la Miacera ,
en El Gasco, alquería que pertenece al municipio de Nuñomoral. Para mí fue
impresionante, son menos de 2 kms, pero la pendiente y el terreno lo hacen más
complicadillo. Pero si además, lo haces con una débil llovizna y rodeado de los
tonos ocres del final del otoño, el espectáculo de llegar a la cascada, -dicen
que ahora tiene sobre 100
metros de caída-, merece mucho la pena. Eso sí, si no se
va con el calzado adecuado, se recomienda extremar la precaución, ya que hay
que sortear desniveles y cruzar varias veces el riachuelo que baja de la
montaña, y hay que evitar resbalones y
caídas. Y después de la ruta, volvimos a recuperar fuerzas a Riomalo, al mismo
restaurante. Esta vez dimos buena cuenta de otro plato típico de la zona: la
paletilla de cabrito, aderezada con unos entrantes a base de setas (boletus,
níscalos y amanita cesarea). Y después de otro pequeño y abortado paseito,
buscando brujas del cuarto milenio, a instancias de Julio, nos fuimos a rematar
otra paletilla, esta vez una ibérica del Mercadora, que al calor de una buena
lumbre, sabe de maravilla, sobre todo si está bien cortada por Javier, experto
en cuchillos donde los haya. En definitiva, entre las excursiones realizadas,
las jornadas gastronómicas y las acogedoras cabañas en buena compañía, miel sobre hojuelas!!!.
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