sábado, 1 de junio de 2013

EN MEMORIA DE MI PADRE



El 7 de mayo de 2013 es una de esas fechas que se te quedan grabadas en la memoria, como si se hubieran forjado a fuego lento. Esa es la fecha en que falleció mi padre. Parece que fue ayer, pero ya han pasado más de tres semanas, cuando le dimos sepultura en el cementerio de su pueblo…y el mío. Pero es que han sido unas semanitas de puro ajetreo, lo que evidentemente me ha ayudado a hacerme a la idea que más me ronda la cabeza: me he quedado sin padres. Y es que cuando se muere uno de tus progenitores, evidentemente lo pasas mal, no obstante te aferras al otro que te queda, pero cuando se va el otro, ya no tienes quien te marque el rumbo,  pierdes tu referente familiar y eso produce una incómoda sensación se orfandad, nunca mejor dicho. Y lo peor son las tardes, no en vano han sido más de 14 años entre mi madre y mi padre de visitas alternas primero y diarias en los últimos meses. Evidentemente ahora ese tramo del día me parece mucho más largo, pero hasta que consiga acostumbrarme a su ausencia, son muchos los recuerdos. Supongo que el tiempo lo cura todo.
Como escribí en un momento de soledad cuando le estaba velando “se fue sin hacer ruido, se fue en silencio, se fue sin molestar, se fue sin avisar. Tal como el era, serio, austero y humilde. Pero tuvo el gran detalle de esperarme y compartir conmigo el último momento”.
Es un tópico que cuando una persona cercana nos deja se nos llene la boca de halagos y adulaciones a lo que fue su relación con nosotros. Yo solo voy a poner dos botones de muestra: el primero fue el testimonio de una compañera, cuyo padre hace ya muchos años (calculo que alrededor de 35) era el delegado de un banco en Alcuéscar, cuando ni siquiera había oficina de la entidad. Sus palabras fueron algo así como: “Siento mucho lo de tu padre y cuando se lo he dicho al mío, me ha recordado que era una de las mejores personas con las que ha tratado”. Quien decía eso de mi padre acabó siendo el director provincial de su entidad bancaria. La segunda demostración de cariño fue de la hija de un gran amigo de mi padre. Esta vino a decir algo parecido a “sentimos mucho lo de tu padre, en mi casa el Sr. Fernando era una persona querida y respetada”.
Como ya he dicho, estuve con él en el último momento. Venía de viaje y me llamaron diciéndome que su estado había empeorado. Me fui a verle y pude compartir, agarrando su mano, sus últimos diez minutos, que fueron muy duros para mí, pero que sé que en el futuro me van a reconfortar, ya que siempre me pesó no haber pasado ese momento con mi madre. Es cierto también que ha sido un enfermo ejemplar, aunque supongo que en ello habrá influido de gran manera que no haya tenido dolores ni sufrimiento en ningún momento. Solo hacía gala de su rectitud cuando mi hermano y yo faltábamos a la cita diaria de la merienda, recriminándonoslo a la tarde siguiente. Los últimos meses, desde el derrame cerebral del 9 de diciembre, había quedado muy mermado y ya no se levantaba. Aso sí, no perdió el apetito casi hasta el día final. ¡Cómo le gustaba la patatera!, era su merendilla (no se extrañe nadie, así se dice en mi pueblo) preferida. Estoy seguro de que eso fue lo que, en contra de la previsión de los médicos, le hizo aguantar tanto tiempo, hasta que en silencio y sin molestar, se fue apagando como una llama a la que le falta el oxígeno.
Y no puedo seguir. Mi intención era hablar más de su vida, pero me cuesta horrores escribir sobre él, porque cada dos por tres se me nubla la vista. Yo soy así, que le vamos a hacer. Me pasó también el día del funeral, al ver a los que fueron sus familiares y amigos.
Sólo quiero expresar mi gratitud a todos los que de una u otra forma habéis estado a mi lado, dándome ánimo en este difícil momento, y muy especialmente a ME.

¡¡¡HASTA SIEMPRE, PADRE!!!

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