viernes, 6 de diciembre de 2013

MICÓLOGO NO, APRENDIZ DE SETERO



El otoño es la estación perfecta del año para pasear por los bosques o dehesas cacereños en busca de esas delicatesen que son las setas. Abundan en nuestra provincia en esta época y es una alternativa a las rutas domingueras, no exentas del disfrute de los colores ocres de la arboleda cacereña.
Hacía mucho tiempo que no salía a por setas. Mi afición surgió de la mano de Raquel y de Vito, junto a los cuales empezamos a conocer las variedades de setas más abundantes por nuestros lares. La primera guía de setas que tengo data de noviembre de 1993 y el consejo que deje escrito en la primera página fue “Cómete solo las que conozcas”. Y las conocidas en aquella época eran los níscalos, el parasol, el pie azul y el champiñón, principalmente. Además, conocía también el boletus, que era la que más abundaba por mi pueblo (algunos expertos hacían su particular otoño recolectando y vendiendo boletus a las empresas de Moraleja que instalan puestos de compra en Alcuéscar).
Estuvimos  4 o 5 años saliendo al campo a por setas y llevándonos algún susto-anécdota, como el día que, después de coger níscalos en Garciaz, y dar buena cuenta de ellos, produjeron un color anaranjado chillón en mi orina, lo cual causó mi alarma y la hilaridad de los demás, que ya sabían que ello iba a suceder.
Desde entonces no había vuelto a salir a por setas, hasta que Paco y Juan me propusieron dedicar un domingo a ello. Y cual de novatos se tratase, cometimos la barbaridad de coger toda seta que se cruzaba en nuestro camino. La idea era llevarlas el día siguiente al Complejo San Francisco, donde se celebran “Lunes Micológicos”, donde los expertos nos dijeron realmente lo que habíamos cogido. Lo cierto es que yo propuse repartirnos los boletus, ya que esa seta estaba bien identificada. Pero al final, todas las setas recolectadas pasaron la noche en el maletero del coche, cosa que, según nos dijeron, nunca debe hacerse, entre otras cosas porque si alguna seta está bicheada, se lo transmite a las demás.
En definitiva, el amigo Magín nos dio una buena clase que se resume en que tenemos que coger solamente las setas conocidas y, si es posible, no mezclarlas más tiempo del imprescindible de la recogida. Además, nos enseñó a identificar algunas setas que habíamos cogido y que nosotros no conocíamos, como la russula cianoxanta o la amanita rubescens, y que aunque son comestibles, se confunden fácilmente con otras especies de russulas o de amanitas, que no lo son. También nos dio a conocer la amanita cesarea o huevo de rey, que, a criterio de muchos, es la mejor de las setas comestibles y puede incluso, comerse cruda, por ejemplo en ensaladas o en carpaccio.

Así que, Magín, lección aprendida, se pueden coger todas las setas que quieras, a efectos de su identificación por los expertos, pero, en definitiva, hay que hacer caso al consejo de 1993: “CÓMETE SOLO LAS CONOCIDAS”.

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