El otoño es la
estación perfecta del año para pasear por los bosques o dehesas cacereños en
busca de esas delicatesen que son las setas. Abundan en nuestra provincia en
esta época y es una alternativa a las rutas domingueras, no exentas del
disfrute de los colores ocres de la arboleda cacereña.
Hacía mucho tiempo
que no salía a por setas. Mi afición surgió de la mano de Raquel y de Vito,
junto a los cuales empezamos a conocer las variedades de setas más abundantes
por nuestros lares. La primera guía de setas que tengo data de noviembre de
1993 y el consejo que deje escrito en la primera página fue “Cómete solo las
que conozcas”. Y las conocidas en aquella época eran los níscalos, el parasol,
el pie azul y el champiñón, principalmente. Además, conocía también el boletus,
que era la que más abundaba por mi pueblo (algunos expertos hacían su
particular otoño recolectando y vendiendo boletus a las empresas de Moraleja
que instalan puestos de compra en Alcuéscar).
Estuvimos 4 o 5 años saliendo al campo a por setas y
llevándonos algún susto-anécdota, como el día que, después de coger níscalos en
Garciaz, y dar buena cuenta de ellos, produjeron un color anaranjado chillón en
mi orina, lo cual causó mi alarma y la hilaridad de los demás, que ya sabían
que ello iba a suceder.
Desde entonces no
había vuelto a salir a por setas, hasta que Paco y Juan me propusieron dedicar
un domingo a ello. Y cual de novatos se tratase, cometimos la barbaridad de
coger toda seta que se cruzaba en nuestro camino. La idea era llevarlas el día
siguiente al Complejo San Francisco, donde se celebran “Lunes Micológicos”,
donde los expertos nos dijeron realmente lo que habíamos cogido. Lo cierto es
que yo propuse repartirnos los boletus, ya que esa seta estaba bien
identificada. Pero al final, todas las setas recolectadas pasaron la noche en
el maletero del coche, cosa que, según nos dijeron, nunca debe hacerse, entre
otras cosas porque si alguna seta está bicheada, se lo transmite a las demás.
En definitiva, el
amigo Magín nos dio una buena clase que se resume en que tenemos que coger
solamente las setas conocidas y, si es posible, no mezclarlas más tiempo del
imprescindible de la recogida. Además, nos enseñó a identificar algunas setas
que habíamos cogido y que nosotros no conocíamos, como la russula cianoxanta o la
amanita rubescens, y que aunque son comestibles, se confunden fácilmente con
otras especies de russulas o de amanitas, que no lo son. También nos dio a
conocer la amanita cesarea o huevo de rey, que, a criterio de muchos, es la
mejor de las setas comestibles y puede incluso, comerse cruda, por ejemplo en
ensaladas o en carpaccio.
Así que, Magín, lección
aprendida, se pueden coger todas las setas que quieras, a efectos de su
identificación por los expertos, pero, en definitiva, hay que hacer caso al
consejo de 1993: “CÓMETE SOLO LAS CONOCIDAS”.
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